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Historia de San Marcos

El Paleolitico, El Neolitico y la Edad de los Metales

Durante el Paleolítico (vieja edad de piedra), las técnicas del hombre no alcanzan a efectuar un trabajo perfecto en el labrado de la piedra, pero en las postrimerías de dicho período se advierten ciertas especializaciones en el pulido y terminación de los trabajos. Antes de la la conquista española, estas tierras fueron los ancestrales hábitat de los comechingones, cuya cultura proviene de los viejos ritos del solsticio de los protoarios y los indoarios: adoraban al Sol y lo consideraban Padre de la vida y de la fecundidad. En el área geográfica de los comechingones se levantan construcciones megalíticas como menhires y túmulos que los habitantes primitivos erigen en los primeros tiempos. Con la aparición de las técnicas del paleolítico, este grupo realiza trabajos en piedra como puntas de flecha, de jabalina, de lanza y, sobre todo, hacia el final del extenso período lítico, construyen los famosos bastones de mando o toquis líticos de tamaños no mayores a los 48 cms. de largo y de 5 a 6 cms. de diámetro en su parte más gruesa y afinándose en el extremo superior. El Neolítico (nueva edad de piedra) abarca unos 20.000 años y se inicia en el vigésimo-quinto milenio y finaliza hace unos 5.000 años, si bien surge entre los habitantes de las sierras de Córdoba en época muy reciente (3000 y 500 años A.C.). En esta época los comechingones construyen hachas de buen filo, punzones, bolas arrojadizas de esmerado pulido (con o sin ranura en su circunferencia), mazas o macanas, vasijas, urnas y utensillos del hogar. Realizan ceremonias mágicas y religiosas, enterratorios, máscaras rituales, pictografías, danzas, músicas, etc. En la Edad de los Metales, iniciada hace 5000 años A.C., el hombre comienza a fundir en hornos primitivos el cobre y el bronce, además de los preciosos como la plata y el oro. Pero los comechingones de las sierras de Viarava y Charava tuvieron poco contacto con los metales y conocieron escasamente el oro y la plata. Eran labradores de regadío, recolectores de algarroba y cazadores de guanacos.

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Los Comechingones: Los Indios Barbados

A la llegada de los españoles, eran más de 30.000 habitantes, distribuidos entre las Sierras Chicas (Viarava) y las Sierras Grandes (Charava) ocupaban unos 40.000 kms. cuadrados en Cruz de Eje, Serrezuela, Las Chacras, salsacate, Calamuchita, Córdoba, Jesús María, Totoral, Calabalumba, Olaen y Cosquín. Fueron vecinos de Sanavirones, Pehuenches y Ranqueles, indígenas precolombinos o poscolombinos que compartieron el extenso territorio de Córdoba.

- Vestimenta: camisa blanca (de los incas) tejida con lana de guanaco. Mantas de lana y gorros de colores. Delantales de cuero o de paño. Calzado de cuero. Tocas emplumadas de águila, cóndor o avestruz para la caza o la guerra. Collares de piedras o de cuero.

- Agricultura y Alimentación: practicaron la agricultura de la azada primitiva, poseyendo sembrados de maíz, poroto, papa, zapallo, y quinua. Tuvieron conocimientos de riego: represas, canales, tomas, y acequias, recibido de los diaguitas quienes a su vez lo aprendieron de la cultura incaica. Cosechaban el maíz y lo almacenaban en “pirwas”, una especie de camas de madera encatrados a cierta altura del suelo para que la humedad y los animales depredadores no lo estropearan; con el grano de maíz fermentado preparaban otra bebida llamada “chicha”, que consumían para alegrarse en las fiestas del solsticio y y el equinoccio. Recolectaban algarroba y con las vainas de este fruto preparaban harina de algarroba, llamada “patay” y una bebida fermentada llamada “aloja”, usada en fiestas y ceremonias. Para la molienda de la algarroba o el maíz, empleaban morteros fijos y móviles: horadaban la roca en forma de boca semicircular dándole una profundidad cóncava determinada y sirviéndose de una maza de piedra de forma alargada y cónica que introducían en el agujero del mortero, molían o machacaban los granos allí colocados. También se alimentaban de carne de guanaco, venados, ciervos, peludos, mulitas y avestruces, asándolas con hierbas aromáticas.

- Pucaraes y Viviendas: los comechingones no eran muy aficionados a la guerra ni a los sacrificios. Combatían para defender su territorio de invasiones extrañas, pues sus tierras despertaban la codicia de tribus distantes. Para evitar la confusión o la mala fe, levantaban “Pircas” de piedra para delimitar jurisdicciones fronterizas o colocaban mojones como advertencia. También construían “Pucaraes”, o fortalezas de piedra ubicados estratégicamente para prevenir invasiones y defenderse. Construían viviendas cavando la tierra hasta la mitad de la altura que tendrían aquellas y una vez concluído esa especie de sótano, ponían horcones y tirantes para sostener el techo fabricado de paja y tierra. También empleaban como viviendas, cavernas o aleros de piedra.

- Armas y otros trabajos: bola perdida unida a unida a un tiento y haciéndola girar sobre sus cabezas, las arrojaban con gran puntería. También usaban hondas de cuero, boleadoras de a dos, arco, flecha con punta de hueso o piedra de cuarzo (tallada en forma triangular alargada), lanza corta (tipo jabalina), hachas de piedra (con basalto y granito), la “macana” una especie de garrote o maza de piedra o madera dura o raíces de algarrobo.

- Arte Rupestre y Petroglifos: los comechingones son poseedores de la más extraordinaria riqueza pictógráfica del territorio argentino y una de las más destacadas del continente americano. Unas 1070 obras de arte rupestre, dibujados y pintados por estos aborígenes serranos, son prueba de lo antedicho. Puede hallárselas en los lugares más remotos y escondidos de las sierras de Viarava y Charava

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Lugares Donde Estan las Pictografias

Inti Huasi (Casa del Sol), Tulumba (Casa de Piedra), Tulumba (Laguna del Inca), Tulumba (Cerro Veladero), Sobremonte (Cerro Bola), Sobremonte (La Máscara), Sobremonte (Cerro de la Quebrada), Río Seco (Cerro Colorado), Río Seco (Cerro San José), San Alberto (Guasapampa), Minas (Las Playas), Minas (Ampisa), Minas (Piedra Pintada), Minas (Quebrada de Casas Viejas), Minas (Dolores), San Javier (Piedras Pintadas), San Javier (Agua de Pilona), Cruz del Eje (Arroyo Luapampa), Cruz del Eje (Achiras), Río Cuarto (Piedra Labrada), Punilla (Cuchi Corral), Punilla (Los Cóndores), Calamuchita.

NOTA: El arqueólogo inglés Samuel Gardner, de la Universidad de Oxford, Inglaterra, trabajó entre 1923 y 1926 en el área comechingona y publicó un libro titulado “Las Rocas Pintadas en el noreste de Córdoba” (1932) y tuvo la osadía de horadar la roca y sacar la magnífica obra “Padre Sol” en Inti Huasi o Casa del Sol, llevándola al museo Británico de Londres.

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Las Misiones Jesuiticas

Los jesuitas permanecieron más de 100 años en la provincia de Córdoba y establecieron una muy buena relación con los indígenas, dejando una profunda huella a través de sus misiones. Los resultados de la acción de la Compañía de Jesús en la provincia son notables. En el lapso de tiempo comprendido entre 1599 (año de la llegada de la orden a Córdoba) y 1767 (cuando se produce su expulsión por el rey Carlos III de España), la Compañía de Jesús estableció un sistema cultural-social, religioso, económico y territorial único en América hispana que marcó el desarrollo cultural, económico y territorial de la provincia. El sistema, centrado en la Ciudad dé Córdoba, se organizó alrededor de los emprendimientos educativos y espirituales, dando origen al Colegio Máximo en 1610, a la Universidad en 1622, al Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrát en 1687 y al Noviciado. Para asegurar el sustento económico de esos emprendimientos culturales se organizó y consolidó un sistema de estancias, establecimientos rurales productivos situados en el interior de la provincia:

- Caroya (1616)

- Jesús María (1618)

- Santa Catalina (1622)

- Alta Gracia (1643)

- La Candelaria (1678)

- San Ignacio (1725)

El carácter único y relevante a nivel internacional de esta experiencia y sus testimonios patrimoniales ha sido reconocido por la UNESCO, que ha incluido el “Camino de las Estancias jesuíticas” y “La Manzana jesuítica” en la Lista de Patrimonio de la Humanidad. El “Camino de las Estancias jesuíticas” constituye un itinerario turístico cultural, que permite descubrir y conocer los valores patrimoniales y la importancia a nivel mundial de estos lugares históricos. Es la ocasión de descubrir paisajes, tradiciones y costumbres que marcan la identidad de Córdoba cultural y turística. Las estancias trabajaban la vid, criaban mulas, ovinos y vacunos. Existe un circuito cercano a San Marcos Sierras en el que es posible recorrer parajes de gran belleza natural donde los jesuitas dejaron sus obras a la vista.

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El Pueblo Hace 250 Años

San Marcos Sierras fue fundada en el año 1732, fecha coincidente con la terminación de la capilla del pueblo. Antes de la conquista española, los indios comechingones eran los habitantes originales de estas tierras (ver “Casa De Piedra”). Más adelante, en el siglo XVI, los reyes de España la otorgaron en regalía de campañas a Tucumán y el Alto Perú. Los sucesivos propietarios de la Estancia de San Marcos Sierras fueron: Jerónimo de Bustamante, Alfonso Luján Medina y Toledo Pimentel, Deán de Santa Cruz de la Sierra (sin sucesores). En 1732 se concluye la capilla del pueblo (aunque en su frente dice 1734) y la estancia entra en un progresivo abandono y un grupo sanavirón peticiona la posesión de las tierras, reclamo que llega a oídos del Marqués de Sobremonte (gobernante de Córdoba), quién ordenó las mediciones y divisiones de tierras, tanto para sanavirones como para comechingones, y así un 17 de marzo de 1806 el cacique Francisco Tulián toma posesión de las mismas. En conclusión: los conquistadores españoles devuelven las tierras a sus dueños originales y este suceso está asentado en una placa recordatoria en “La Plaza” del pueblo.


El Pueblo Hoy

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San Marcos Sierras se encuentra ubicada al noreste de la provincia de Córdoba a unos 700 mts. de altura sobre el nivel del mar, contando con una población de algo más de 5.000 habitantes sumando el casco y la zona rural; en cuanto al pueblo propiamente dicho, se estima una población estable de aproximadamente 3.000 residentes.


FLORA Y FAUNA

- Flora: algarrobos, quebrachos, molles, aguaribayes, talas, tintitacos, breas, espinillos, tuscas, mistoles, chañares, atamisquis, chilcas, piquillines, que dan la sensación de una naturaleza virgen y avasallante. El aire está á impregnado del aroma a hierbas medicinales: incayuyo, poleo, peperina, tomillo, té de burro, doradilla, palo amarillo, manzanilla y carqueja.

- Fauna: siete colores, boyeros, cabecitas negras, jilgueros, colibríes, zorzales, reina moras, loros, cardenales, bracitas, dormilones, calandrias, tordos, pechos colorados, horneros, águilas, caranchos, patos, garzas, chuñas, perdices, liebres, zorros, cuices, comadrejas, zorrinos, pecaríes, nutrias, quirquinchos, pumas, gatos montés y llamas, entre otros.

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